El basurero de la esperanza

Por @Bvlxp:

Una de las lecciones más perdurables de nuestras madres era asegurarse que no anduviéramos en malos pasos ni con malas compañías. Digamos que buscarnos el mejor futuro era su responsabilidad primordial. Ellas entienden que es importante forjar nuestra personalidad, formar la persona que seremos y que nuestro círculo de personas cercanas lo refleje y lo potencie. Los padres tienen un gran sentido de la importancia de la reputación.

Si esto es cierto para el común de los mortales, lo es más para las personas que buscan liderar al común de esos mortales. Todas las personas dependen de la percepción que de ellas se tenga, pero para los líderes políticos la reputación es primordial para lograr convencer a las personas de que los sigan, de que pongan el futuro del bienestar común en sus manos y de que les confíen el manejo de la hacienda pública.

Ningún político, ningún líder está solo, nadie llega al poder por sí mismo ni lo ejerce en solitario; ningún hombre por ególatra que sea puede convencernos que su sola aura basta para que todo lo que caiga bajo su manto se purifique. La tarea de gobernar implica interminables horas de trabajo y más energía de la que cualquier humano tiene. El ejercicio de gobierno es cosa de muchas personas que trabajan siguiendo las instrucciones de un líder y, si tenemos suerte, en beneficio de todos. Hasta en los regímenes más autocráticos, gobernar es asunto colectivo. Las parábolas que hablan de una voluntad todopoderosa pertenecen al ámbito de lo sagrado. No hay de eso en el reino de los hombres y de la democracia.

Gobernar implica liderar, convencer de que la propia reputación se extiende a las personas que habrán de acompañar al líder en su tarea por la nación. El líder puede ser honesto, hábil, bienintencionado, austero, pero ¿cómo creer en la verdad y sostenibilidad de esa reputación si uno de tus aliados políticos es René Bejarano? Podríamos enumerar una larga lista de nombres cuestionables alrededor de Andrés Manuel López Obrador, pero con René Bejarano basta por ser el más icónico, el más representativo de la ola de corrupción y trapacerías de entre quienes AMLO se hace acompañar. ¿Por qué creerle a AMLO que es honesto, que la corrupción va a acabar en cuanto él tome el poder, que México será otro si se hace acompañar por René Bejarano, alguien del que nunca ha renegado a pesar de que lo vimos en televisión llenándose las manos y las bolsas y el portafolios con tantos fajos de billetes que daba igual si un par de ellos se le caía en el camino?

Si AMLO está tan seguro de su victoria en las elecciones presidenciales del próximo año, si el partido del que es dueño, amo y señor, Morena, va adelante en todas las encuestas, ¿por qué hacerse acompañar por René Bejarano y aceptar a sus huestes y sus prácticas? Si AMLO se asume dueño de un impulso moral para alcanzar la obsesión de su vida, ¿por qué no desligarse de estos personajes que nos han robado a todos? La presencia de René Bejarano (y de otros de su misma calaña) nos indican que comparten el proyecto político de AMLO y de Morena, y que estos lo han dejado entrar como uno de los suyos. De llegar a ejercer el poder es indiscutible que su visión de país y sus prácticas políticas y sus adherentes participarán en su concepción y en su ejecución. Nada más ni nada menos.

La gente de altura, la gente de credenciales morales y reputación intachable que han acompañado a AMLO en sus últimas dos aventuras presidenciales han empezado lentamente a abandonarlo. Si no en público, sí en privado. Yo lo he visto. Estas personas tienen serias dudas de las decisiones de AMLO y de la vertiente que están tomando los derroteros políticos de Morena. Este progresivo y silencioso descobijamiento de lo mejor que acompañaba a AMLO ha resultado en que hoy en día AMLO se haga acompañar por académicos de medio pelo, escuchando a personajes cada vez más menores, más irrelevantes e irrisorios y algunos francamente dementes. Da escalofríos pensar que el papel que un día ocupó José María Pérez Gay hoy lo ocupe un orate y un personaje tan oscuro y limitado como John M. Ackerman.

¿Qué es la esperanza? La esperanza es el sentimiento irracional de que todo va a estar bien, de que todo va a funcionar y se va a acomodar como por intervención de la Providencia; la esperanza es sentarse a esperar, ponerse en las manos del destino y rezar para todo salga bien. A estas alturas, con las personas que en los últimos meses se han sumado a Morena, que ya parece más el basurero del PRD y del PRI que una alternativa sana y nueva, puede ser que AMLO después de todo sí sea la esperanza de México: esa certeza irracional de que las cosas con él van a estar mejor.

La encrucijada que México enfrentará el próximo año es determinante para el futuro de la nación, para su viabilidad económica y democrática, para la subsistencia de las instituciones. ¿Usted cree en la verdad de la reputación de AMLO? Entonces, ¿si AMLO fuera como dice que es, se juntaría con René Bejarano?; si AMLO fuera quien dice ser, ¿no le daría asco siquiera saludarlo de mano? ¿Si AMLO es el líder moral que este país necesita, por qué se empeña en construir la esperanza de México con los personajes que se han encargado de robarle la esperanza a México?