Por Frank Lozano:
El escándalo del momento tiene nombre y apellido: se llama Cambridge Analytica y está cimbrando no solo a la red social líder del planeta, Facebook, sino también al mundo político y al de los sistemas expertos que lo acompañan.
Lo gran revelación detrás de anuncio del uso ilegal de los datos de 50 millones de norteamericanos no es el uso de algoritmos, sino la confianza que, en lo sucesivo, pueda tener el usuario en una u otra red y su capacidad para gestionar el asedio y la manipulación de la que es objeto de forma permanente.
De algunos años a nuestros días, el algoritmo se ha convertido en algo así como un nuevo oráculo. Detrás de su diseño está la ciencia de redes, la big data y el análisis de metadatos.
El algoritmo no ve personas, observa conductas, hábitos, consumos culturales o de cualquier índole; tendencias y patrones en los comportamientos y las interacciones, que, en conjunto, le da forma al perfil digital.
Desde él, se pueden configurar realidades a la medida. Las redes, necesarias para ciertas cosas, se han convertido en la panacea de la manipulación social. Permanentemente nos hemos convertido en carne de cañón y conejillos de indias de experimentos sociales y comerciales, la mayoría de las veces de manera consensuada.
El paraíso de la comunicación instantánea se convierte lentamente en una vitrina infernal donde desfilamos desnudos; en una subasta interminable que pone a la venta nuestros gustos, disgustos, preferencias comerciales y políticas. Identifica con qué conceptos sentimos empatía y cuáles nos despiertan nuestras nuestras fobias más profundas.
Digamos que lo anteriormente descrito sucede, como mencioné, de manera consensual. Pero, ¿qué pasa cuando sucede de manera ilegal? Se llama violación de privacidad y uso indebido de la información personal. No extraña que existan empresas que lo hagan, extraña que no se haya dado a conocer antes.
Lo hecho por la empresa Cambridge Analytica quedará para la posteridad como un caso de estudio de prácticas aberrantes. El daño no solo es para Facebook, es para las democracias mundiales. Facebook, voluntaria o involuntariamente, se constituyó como una especie de quinta columna o bien ha jugado el papel del tonto útil. Indudablemente, la intervención de Cambridge Analytica tuvo un impacto electoral en Estados Unidos. La pregunta que se debe responder es ¿qué deben hacer los Estados para blindar sus democracias respecto a este tipo de prácticas?
En el caso mexicano, a propósito del convenio firmado por el INE con Facebook para combatir las fake news y la desinformación, ¿debe nuestro órgano electoral dar marcha atrás a dicho convenio? La respuesta quizá sea sí.
Recientemente apareció en el horizonte la iniciativa #Verificado2018. Se trata de un ejercicio colaborativo en el que participan sesenta organizaciones que buscan validar información y desmentir información falsa. Se trata de una apuesta valiosa, quizá algo modesta, pero que servirá como un frente en contra de la mentira y de las estrategias de engaño que tanto aman los consultores políticos.
Quizá la ruta para protegernos del pernicioso algoritmo pase también por incrementar nuestra cultura política y la educación cívica, materias en donde el Instituto Nacional de Elecciones tiene una enorme responsabilidad. Mientras tanto, la alerta está encendida pues al parecer, Cambridge Analytica está asentada en nuestro país y ve tú a saber si tu algoritmo ya se puso de modo.