Discurso pronunciado en la presentación del libro «De armas tomar» ante la Asociación Mexicana de Juzgadoras

Por: Ángel Gilberto Adame

Agradezco a la Asociación Mexicana de Juzgadoras y a su presidenta, la magistrada Lilia Mónica López Benítez, por esta invitación. Agradezco también a las magistradas Carolina Isabel Alcalá Valenzuela y Laura Xóchitl Hernández Vargas, y al juez Miguel Ángel Bruguete García, quienes me acompañan en esta mesa.

Antes de hablar de lleno de las mujeres que conforman este libro, quiero recordar a una de ellas que, por la dificultad de localizar información sobre su vida, no aparece entre las 12 que integran la presente edición. Su nombre es María Asunción Sandoval Olaez, primera mujer en obtener el título de licenciada en Derecho el 5 de enero de 1900. Su caso es llamativo pues, pese a las implicaciones que tenía el cursar una licenciatura en un país que regularmente limitaba a la mujer a desempeñar las labores de un ama de casa, su nombre fue relegado al olvido.

Entrando en materia, confieso que la génesis de este libro surgió mientras investigaba la biografía de otra abogada. Al trabajar sobre la vida y obra de los Siete Sabios de México, miembros todos ellos de la generación de 1915 de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, tropecé con la historia de Clementina Batalla y descubrí que, además de su brillantez académica y la desenvoltura con que se movía en espacios eminentemente masculinizados, era también una estupenda narradora cuyas memorias están empolvándose en los anaqueles del Archivo General de la Nación.

Desde entonces, orienté mis esfuerzos a documentar la participación femenil en los ámbitos académicos. En esa búsqueda me encontré con Adelaida Argüelles, quien fue alta dirigente del primer Consejo de Estudiantes que se creó en el país, a través del cual hizo escuchar su voz ente los políticos más importantes de la época.

Luego añadí a la lista de luchadoras sociales a la inmensa María Arias Bernal, una normalista que se convirtió en la guardiana de la tumba de Francisco I. Madero, a pesar de tener en contra a las huestes del Chacal Huerta. A principios del siglo XX, las Normales habían crecido al grado de convertirse en espacios neurálgicos desde los cuales las mujeres se formaban para ejercer profesionalmente. De esa institución egresaron Palma Guillén, quien de la pedagogía se trasladó a la diplomacia, y Eulalia Guzmán, quien ejerció la docencia y fundamentalmente la arqueología.

No menos significativo fue el caso de Matilde Montoya, quien provocó el estupor de la sociedad porfirista al convertirse en la primera médica. Su compromiso social fue tan arraigado que incluso decidió atender gratuitamente a los heridos de la guerra civil.

Destaco también a Juana B. Gutiérrez, periodista autodidacta que publicó su propio periódico liberal, por el que fue perseguida y encarcelada al sugerir en sus páginas el derecho de la mujer al voto, de cuyo primer ejercicio de cumplen el día de hoy 62 años. Hermila Galindo fue otra de las principales promotoras del sufragio femenino y editora de una revista que tocaba temas tan sensibles como la educación sexual.

María del Pilar Moreno Díaz trascendió por haber puesto en jaque a la administración de justicia luego de exponer apasionadamente sus argumentos para vengar el asesinato de su padre; Mimí Derba fue primero una tiplé para luego convertirse en actriz y empresaria cinematográfica, destacándose como una de las promotoras del cine de oro mexicano. También añadí a la lista a Tina Modotti, aunque limité mi investigación a su primera estancia en México. Luego de que su pareja, el comunista cubano Julio Antonio Mella fuera asesinado, Modotti fue considerada la principal sospechosa del crimen al tiempo que se le exhibió como mujer sin moral; poniendo de manifiesto que nuestro país aún no estaba preparada para acoger a alguien que expresaba abiertamente su ideología política y ejercía su libertad sexual. Por último, a manera de apéndice, consigné algunos datos de la biografía de Concepción Mendizábal, como un homenaje a la primer ingeniera civil mexicana.

Las 12 mujeres que se reúnen en De armas tomar fueron, en mayor o menor medida, rebeldes que se negaron a aceptar la realidad de la cual formaban parte y decidieron transformarla y convertirla en un espacio más habitable para su generación y las que habrían de sucederles. Fueron mujeres que no dudaron en hacer lo que consideraran necesario para que las puertas de la equidad se abrieran a sus más profundos anhelos de superación.