Discurso de presentación de “Octavio Paz. El misterio de la vocación”.

Por Ángel Gilberto Adame:

La confección de una biografía es, en cierto modo, un intento por introducir una coherencia en la sucesión de una vida, para así dotarla de un hilo historiográfico que pretenda comprenderla y, quizá —si es que la existencia misma lo tiene— darle un sentido.

También es una tarea que implica curiosidad, paciencia y amor por el detalle. Además de un descubridor, el biógrafo debe ser un astuto glosador, ya que muchos hechos que en apariencia carecen de relevancia, a la luz de su época y de la historia del pensamiento, pueden ser reinterpretados y así hallar nuevas vías de acceso a lugares que parecían ya clausurados.

Por varias razones la vida y obra de Octavio Paz merecen ser entendidas a cabalidad y no debe permitirse que, por el polvo que dejan los años o la inquina que en nuestro país no deja de reproducirse, se les condene a un inmerecido olvido. Además de haber sido uno de los mayores intelectuales del siglo anterior y poseedor de una excepcional obra rebosante de lecturas, biografiar a Paz —en el periodo que abarca mis intereses— implica entender a un México donde la “juventud [significaba] un periodo de soledad pero, asimismo, de amistades fervientes; [ser parte de una] generación violenta como los tiempos; [en que] desde la adolescencia los extremos se disputaban almas y voluntades, y lo que los encendía era el prestigio mágico de la palabra revolución”.

 Hubo, en mi intento de regresar y conocer  al muchacho que camina por ese poema, un cabal esfuerzo por abarcar todas las fuentes posibles que me permitieran la reconstrucción de ciertos episodios que el propio Paz apenas comentó, y que sin embargo contribuyeron a la forja de su temperamento intelectual.

El trabajo fue arduo —nuestro país no ha fomentado la cultura del cuidado de acervos— y muy satisfactorio. El hallazgo de fotografías, notas de periódicos, correspondencia inédita, expedientes burocráticos, la calidez con que las familias Paz y Lozano atendieron mis dudas, y la nobleza de los amigos que sobrevivieron a Octavio Paz, entre ellos los maestros Teodoro González de León y Arnaldo Coen, fueron el marco que me permitió acotar, en diecisiete ensayos, una aproximación a la intimidad familiar y artística de un escritor fundamental en nuestra tradición.

En particular quiero agradecer profundamente a don Guillermo Lozano López, el último primo hermano que le sobrevivía a Paz, quien me abrió con generosidad su casa y la lucidez de sus recuerdos. Todavía hace unos días platiqué con él y me manifestó su ilusión por estar aquí. El destino, como con todos, tenía ya otros designios.

Exponerse a la magnitud de la obra de Octavio Paz, obliga a repensar y a replantear nuestras experiencias nacionales para así observarnos mejor entre nosotros. Espero sinceramente que este libro sea una herramienta para todos aquellos interesados en conocer al Paz bifronte, aquel que se escribió a sí mismo y al que ha sido escrito por su siglo. Mejor lo expresó el poeta: “todo lo que yo escribo es autobiográfico, una tentativa por dar sentido espiritual a mis experiencias vitales”.