Desigualdad: el acuerdo urgente

Por Frank Lozano:

El llamado del Presidente Enrique Peña Nieto, para construir un acuerdo nacional por la seguridad, es un recurso gastado, frívolo y ofensivo. Detrás de éste, prevalece la incapacidad de la actual administración para cumplir con el más importante de los mandatos que tiene el Estado: brindar seguridad a la población.

El llamado, apenas en ciernes, se trata de un intento simplón por hacer un corte en el camino y permitir que el salvador de México, sea salvado por el México que deliberadamente decidió ignorar, el de la inseguridad.

En primera instancia es un borrón y cuenta nueva. Se trata de un acto de escapismo supremo. Una puesta en escena más que busca emular el pírrico éxito del Pacto por México y que, en términos coloquiales se resume en el famoso albur: si no te cabe, no la repartas. Peña Nieto nos quiere repartir a todos un pedazo de su incapacidad.

¿Quién se va a apuntar al acuerdo? ¿Los partidos que postulan lacras como Ángel Aguirre o José Luis Abarca? ¿Los empresarios que son parte fundamental de la corrupción, como el grupo Higa u Oceanográfica? ¿El Estado mexicano, infiltrado por los grupos criminales en todos los niveles de gobierno y donde los grados de impunidad son obscenos? ¿Los medios que durante dos años han obedecido el mandato de no hablar de la inseguridad?

No se puede suscribir, ni sumarse a un acuerdo, sin antes exigir una rendición de cuentas de fondo respecto a la irresponsabilidad con que el gobierno de Peña Nieto ha actuado en materia de seguridad.

No debemos olvidar cuál fue la estrategia: evitar el tema, ignorarlo sistemáticamente, controlar los contenidos en medios, hacer una campaña nacional e internacional para presentar una mentira de país.

Pero el teatro es ficción, y la tragedia que pretenden ocultar tras el montaje de un paraíso, se evaporó ante dos hechos contundentes: la matanza de Tlatlaya y la desaparición de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa.

El problema no es dejar de hablar de un tema, sino dejar de actuar. En ese contexto, el acuerdo por la seguridad solo será un instrumento de lucimiento. Hará las veces de un maquillaje para ocultar la incapacidad del estado. Será una telenovela más, de las que tanto le encantan al primer divo de la nación.

Finalmente, esta intentona de acuerdo fracasará por una omisión de fondo: la inseguridad deriva de la desigualdad, los grupos criminales se alimentan de ella; prospera donde no hay alternativas de desarrollo.

Si no se revierte la desigualdad, cualquier pacto o acuerdo, así sean con Dios o con el Diablo, será en vano.