Por Frank Lozano:
Al parecer, Donald Trump se está tomando muy en serio a sí mismo, y eso, es un peligro para todos. En su frenesí protagónico, no ha escatimado en abrir frentes sin medir las consecuencias de sus dichos.
Por ejemplo, se ha lanzado en contra de la reserva federal, a la que ha acusado de crear una economía falsa. Ha puesto en estado de alerta a los gobiernos de Canadá y México, que son socios comerciales de Estados Unidos, con la amenaza de romper el acuerdo económico entre las tres naciones. Hasta el momento, más de cinco mil empresas mexicanas y norteamericanas preparan acciones para disuadir al republicano en su intentona de acabar con los acuerdos comerciales.
Del mismo modo, ha preocupado a las economías asiáticas y americanas que integran el Tratado de Asociación Transpacífico al afirmar que no lo ratificará. Alguien debería informarle de lo que eso significa en términos de comercio, oportunidades económicas y consumidores potenciales.
No menos preocupante es la posición que ha tomado con sus socios históricos, integrados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, instancia que salvaguarda los intereses económicos y geopolíticos de este grupo y, en cierta medida, representa un equilibrio global respecto a Rusia y a China. Si durante la elección, los gobiernos que integran la OTAN manifestaban desconfianza ante la llegada de Trump, ahora mismo deben estar estudiando los escenarios que pueden enfrentar, es decir, estarían tomando con seriedad la amenaza.
La presumida y presumible cercanía con Rusia terminará por dejarlo en desventaja frente a Putin. Al subestimar al líder ruso, corre el riesgo de convertirse en su patiño involuntario.
Trump también abrió un frente contra China. Si bien el país asiático dista mucho de ser un modelo a seguir en cuanto a su desarrollo interno y está muy lejos de ser un competidor externo leal, no se le puede tratar con ligereza. Trump acusó a China de manipular las divisas y amenazó con incrementar los aranceles a los productos chinos, así como revisar las políticas impositivas internas para hacer que las empresas que se instalaron en el país asiático, eventualmente regresen.
En cuando a la vida interna nacional, Trump dividió en diez meses lo que tardó décadas en integrarse. Más temprano que tarde, pagará el precio de haber fragmentado a la sociedad. ¿Cómo lograr el desarrollo de una nación si no hay nación, si lo que hay, son grupos enconados que trasladaron la lucha política a la lucha racial, si lo que está naciendo es la exclusión y lo que requiere un país para avanzar es unidad?
Otro punto es la amenaza abierta a los derechos humanos. En campaña, Trump no dudó en afirmar que estaría dispuesto a utilizar métodos de tortura en la lucha contra el terrorismo.
Junto a la segregación social, Trump falla en los enfoques. Quizá logre realizar medidas económicas proteccionistas y, en cierto sentido, aislacionistas, mismas que paulatinamente agravarán la situación económica de Estados Unidos. ¿Se imagina usted un comercio mundial que voltee la espalda a los Estados Unidos? Al parecer, Trump ni lo imagina, ni lo ve venir. Pero, sin duda, esa sería la respuesta del mundo ante el intento americano de incrementar aranceles. Entonces sucedería lo inaudito: un país lleno de empresas sin nadie a quien venderle sus productos.
Trump representa un cambio sin control. El cambio por el cambio. El cambio como efecto simbólico o como placebo psicológico mediante el cual gotea dosis de energía a sus efervescentes seguidores. De seguir así, Trump inaugurará una era sin era, un despropósito de grandes dimensiones, la nada en marcha, un experimento apoteótico.
La política y el ejercicio del poder marcan otras rutas, quizá menos espectaculares pero sí más efectivas, por ejemplo, la gradualidad. Está bien fortalecer la economía interna, proteger segmentos económicas estratégicos, revisar los alcances comerciales con los socios, replantear la estrategia de seguridad nacional o los pactos militares, pero con tacto, con sentido y, sobre todo, a la luz del impacto global de las acciones que emprenderás.
Sin duda, le esperan al mundo cuatro años de incertidumbre, de ocurrencias, de carencia de visión geoestratégica. Serán cuatro años en que las instituciones americanas serán puestas a prueba. Serán cuatro años en donde los norteamericanos tendrán que reinventar y repensar infinidad de cosas. Serán cuatro años en los que los derechos humanos tendrán que observarse con lupa. En los que la población americana tendrá que entrar en un proceso de reflexión profunda, no sólo político, sino también social, para que el sueño americano, no pase del sueño a la distopía.