Déjense de Cuarta Transformación

Por Bvlxp:

Empezó como todo empieza con Andrés Manuel López Obrador: como una ocurrencia. En las entrevistas durante la campaña mencionaba que encabezaría una “cuarta transformación” de México. Aficionado como es a una lectura rancia y simplista de la historia, AMLO sostiene que México ha transitado por tres transformaciones: Independencia, Reforma y Revolución. Obviamente él, hombre de apetito frugal, sería la cuarta transformación. La cosa más o menos paró ahí hasta que prensa y opinadores, genuflexos y perezosos, empezaron a darle vuelo a la marca; el diario El Financiero incluso le hizo una sección en el periódico y un programa de televisión. Todo muy penoso. Hoy AMLO casi no habla del término, que más bien es usado con una mezcla de ironía y asombro en el Círculo Rojo, y entre los corifeos como un destino manifiesto.

Pero el término no tiene nada de gracioso. En los primeros cien días de lo que los demócratas esperamos que sea solo un sexenio, hemos visto que no hay tal cosa como una “transformación”, mucho menos algo que merezca entrar en el medallero de la historia a la altura de los hitos que nos han definido como nación. No hay tal cosa, pues, como una cuarta transformación; lo que hay es un régimen perverso, inepto y profundamente inquietante; un régimen parroquial que nos está regresando a pasos agigantados a la aplicación discrecional de la ley, al sometimiento a la voluntad todopoderosa del Señorpresidente, a la ruina de la economía, a la destrucción de los contrapesos al poder presidencial mediante la socavación deliberada de nuestros cimientos democráticos.

Muertos de la risa, locutores y opinadores (y, peor, opositores) dicen “estamos en tiempos de cuarta transformación”, o bien, escriben que “la 4T” esto y la “4T” aquello, como si se tratara de un divertido juego verbal. Decirle “Cuarta Transformación” es malo, pero escribir o decir “4T” es aún peor porque encima le da una identidad gráfica más amable y sexy a la perversa entelequia del régimen.

Decirle a un gobierno otra cosa que no sea “gobierno” o “régimen”, es concederle una etiqueta que rebasa su mandato y sitio institucional, es darle permiso de que se convierta en otra cosa que no está prevista en nuestro arreglo legal y democrático y en algo por lo que la gente no votó, en detrimento particular de la gente que no los votó y que tiene el derecho a la salvaguarda de sus garantías bajo la estructura estatal actual. La elección de 2018 parió un gobierno como cualquier otro, sometido a nuestra Constitución vigente. Cualquier otra ambición es extra-constitucional y una perversión democrática del sentido del voto en las urnas. Concederle la gracia del epíteto de la 4T es encumbrar a un régimen más allá de sus ataduras constitucionales, olvidando la obligación fundamental de la prensa y la sociedad civil: ser un contrapeso al poder.

Usar la etiqueta con la que el régimen se autodescribe es darle peso específico a una banda de ignorantes e improvisados que se adueñaron de los destinos del país. Si bien es cierto que el término de la Cuarta Transformación terminará por ser irónico, mientras eso sucede le da identidad y peso específico a un régimen que está terminando con el país, socavando nuestra convivencia democrática, destruyendo a los Poderes de la Unión y a los organismos autónomos, y pervirtiendo las instituciones que se han creado en beneficio de todos, aprovechándose de las mismas y sobregirando el mandato que recibieron en las urnas.

Los abúlicos que usan la etiqueta se defienden diciendo que “Cuarta Transformación” es su nombre. No, señores, no es su nombre. Es una etiqueta que ellos se inventaron que busca darle trascendencia y peso histórico a una farsa antidemocrática. Replicar la etiqueta es aceptarla. Lo que tenemos es un gobierno como cualquier otro surgido de nuestro arreglo democrático. Lo de la 4T es un veredicto por anticipado. No le digan “4T” a lo que en realidad es un sólo hombre. No le den peso ni trascendencia histórica a un papanatas y a una banda de ineptos y delincuentes que acabarán por destruir el país. Si les van a posicionar la marca, por lo menos que les paguen. Peco de ingenuo: quizá ya les hayan escrito en un billete el precio de su transformación.