Por Gerardo Pacheco:
Hace casi un mes se hizo el anuncio oficial por parte de HBO: Chumel Torres protagonizaría su propio programa. El formato no sería muy distinto al que ya presenta en el Pulso de la República que, a su vez, tiene evidentes similitudes con otros contenidos de la cadena estadounidense, como el presentado por John Oliver.
Las reacciones fueron inmediatas y completamente predecibles. Por un lado, hay gente que elige, sigue y comparte a Chumel, pues representa una opción de información y entretenimiento; por otro lado, hay gente para quien representa un enemigo público, y lo insulta, lo menosprecia y se asegura de dejar en claro que quienes lo consumen son profundamente idiotas. Con respecto a los primeros: ¿qué podríamos reprocharles? Son consumidores como nosotros que, entre su catálogo de opciones, lo eligieron y lo esperan cada semana como yo espero los partidos de los Leones Negros, o como cualquiera que sintoniza el noticiero de la mañana mientras se arregla para ir al trabajo.
Con respecto a los segundos: ¿qué vamos a aceptarles? Detrás de la perorata siempre hay un dejo de reclamo, un deseo inconmensurable de poder decir sin ningún tapujo: «¿Por qué él y no yo? Yo soy más listo. ¿O por qué no mi amigo? Él también es más listo que Chumel aunque menos listo que yo».
Sin jugar al «Me critican porque me tienen envidia», de verdad, ¿qué hay detrás de todo esto?, ¿cuál es la necesidad de mugrosear una de las incontables opciones de entretenimiento en el mercado?, ¿es porque es uno de los “nuestros”?, ¿porque uno lo conocía o lo odiaba desde antes?
La idea siniestra de que debemos controlar todo lo que salga en los medios está permeando y puede mojar, pero el debate de que HBO debe entregar espacios a alguien con otras credenciales es infértil y soberbio: la cadena eligió un proyecto con éxito probado y comprobable, y lo puso en su pantalla.
El debate de que la gente necesite o no opciones distintas de información también está muerto: si ese espacio no lo ocupara Chumel Torres, lo haría Alan Tacher, Arath de la Torre, Denise Dresser, Víctor Trujillo o quien tú me digas. Pero esos no son “nuestros”. Nadie iniciaría una campaña o llenaría su agenda de borucas rabiosas porque Lolita Cortés o Loret de Mola tienen un programa en HBO. Nos enoja muchísimo saber que sí pudimos haber sido nosotros, que nos pasó cerca, y darnos cuenta que, quizás, a nosotros sólo nos alcanza para resoplar frente a la computadora mientras buscamos polémicas para resolverlas ante nuestro auditorio de likes, entre los que siempre podemos contar a nuestras tías. Los famosos ya son famosos, eso está bien, pero no aceptaré si el famoso es alguien que conocí en una fiesta en 2011 y, quizás, hasta nos tratamos bien. Eso nunca. Pude ser yo.
El programa de Chumel puede funcionar o no, o puede gustarnos o no, pero es una tristeza que esto se nos tenga que recordar cada vez que se nos olvida que nuestra opinión es una y es chiquita. Uno siempre puede elegir cambiar el canal.