Cállate y reescribe tu texto

Por Bvlxp:

Cuando escucho la exigencia de que alguien se retracte por pensar algo, inmediatamente pienso en Galileo Galilei, obligado a arrodillarse en 1633 ante el Santo Oficio por sus locas ideas del heliocentrismo. Sin duda, la Santa Inquisición fue un antecedente de los Comités de Salud Pública y también, a su modo, del macartismo en los Estados Unidos. Todos los ejemplos anteriores nos muestran lo peligroso y lo equivocados que hemos estado, el daño que hemos causado, cuando hemos intentado limpiar ciertas ideas de la discusión social.

La semana pasada, un grupo de entusiastas bienpensantes emitió una petición (que felizmente, y a pesar de ser publicitada en cuentas de Twitter con seguidores que se cuentan en las decenas de miles, ayer con duras penas anhelaba llegar a las mil firmas). La petición exige (sic que no es culpa de quien esto escribe sino de quienes firman una petición que exige): a) una retractación (pública y por escrito, faltaba más) del periodista Alejandro Sánchez González por su texto “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)”, publicado en la revista Emeequis; b) “el compromiso de capacitación y sensibilización con temas de perspectiva de género y no discriminación” de toda la planta editorial de la revista Emeequis (para que se eduquen, pues); c) una disculpa abierta para la familia de Sandra Camacho (primero usted se nos retracta como a nosotros nos gusta y ya lueguito una disculpa con la familia ofendida, que si no ha manifestado estar ofendida para eso estamos nosotros, faltaba más) y “la publicación de una semblanza de la víctima en términos reales, documentados y humanos” (sic al que no le gustan las semblanzas fantásticas de androides).

La pieza de Alejandro Sánchez González no es un dechado de virtud prosística, pero mucho menos es el texto misógino y machista que acusa el feminismo (ya a estas alturas lo que sea que eso sea) que impulsa la petición. La pieza publicada en Emeequis habla de un muchacho dotado intelectualmente y claramente desequilibrado que, no sabiendo encajar la broma de una muchacha a la que acaba de conocer, pierde la cabeza y la asesina. El pecado misógino imperdonable en opinión de los abajofirmantes es que el texto habla de las provocaciones de Sandra Camacho como la causa próxima que da rienda suelta a la rampante locura de Javier Méndez, hoy en custodia y a disposición de un juez después de pasar casi un año prófugo.

Para un texto que exige la limpieza periodística, la petición abiertamente acusa a Javier Méndez de criminal y feminicida (sic de petición que se erige en juez y emite sentencia condenatoria, desde luego); acusa que el texto “empatiza abiertamente con el feminicida” (sic que no sabe que en todo caso uno empatiza con quien quiera y que hasta el ser humano más miserable tiene intactos sus derechos humanos. ¿O ya nos gusta ahora el dixit de Arturo Montiel sobre los derechos humanos y las ratas? Digo, para saber); cita “elementos relevantes” que sostiene no se tomaron en cuenta para la elaboración del artículo (tampoco nos anden exigiendo explicar por qué son tan relevantes y de dónde los sacamos) como algunos que supuestamente indicarían que el cuerpo de Sandra Camacho presentaba “indicios de violación” (sic que se retuerce nada más tantito) o la “dudosa motivación del feminicida que nunca se pone en duda” (¿cuál será la dudosa motivación de un feminicida? Si usted sabe de otras motivaciones, pues preséntelas para también ponerlas en duda); y se duele de la “ponderación descarada del feminicida” (no hable usted tanto del presunto asesino, señor Sánchez González, vaya siendo que termine por caernos bien). Podríamos seguir en el análisis de una petición que, claramente, algo le molesta de la pieza de Emeequis en términos periodísticos pero que en su rabia sólo atina a dar palos de ciego.

La petición le hace un flaco favor a las causas más urgentes de la mujer. Es un texto escrito desde el acomplejamiento social, suscrito por unos abajofirmantes que no se indignaron en su momento con la noticia de la muerte de Sandra Camacho pero sí con un texto que ofrece una versión de la misma. Así, la petición banaliza la muerte de Sandra Camacho y la convierte en un bien del activismo, en un pretexto para ir limpiando ideas. Nadie que lea serenamente el texto de Alejandro Sánchez Camacho va a encontrar ahí lo que la petición dice que dice. Una de las labores del periodismo es ser un instrumento ciudadano que desentrañe los hechos para ofrecer una versión distinta a aquella que ofrece el poder. Curiosamente, la petición no acusa al poder de ocultamiento alguno, el dedo flamígero no apunta a un abuso gubernamental sino a Sánchez González sin importar que éste nunca se congratule del asesinato, y mucho menos festeje o disculpe el asesinato de una mujer. Con muchas deficiencias pero fiel a su oficio, Sánchez González sólo quiso encontrar las causas de una muerte y contar otra historia retorcida de la ciudad.

Reescribe tu texto, haz que el mundo se parezca más a lo que yo creo que es lo correcto, exigen a gritos y desde su narcisismo los abajofirmantes, buscando una retractación, una supresión de un texto (que no discrimina, que no incita a la violencia o al odio), a que alguien en pleno uso de su profesión, sin violar normatividad alguna que haya pasado el proceso democrático, se calle, cambie, sea otro. Los que pusieron el empeño de escribir la petición erraron: quizá debieron poner el mismo empeño (aunque salga más caro) en escribir su versión de la historia, de usar las herramientas del periodismo, las de su convicción y las de sus ideales para ofrecer una versión distinta de los hechos, a enriquecer el debate con otro texto, en vez de torcerle el brazo a alguien y suprimir su voz, siguiendo el peor impulso de la censura, del autoritarismo, del acallamiento, enarbolando así una práctica tan contraria al feminismo de a deveras y que tanto oprobio le causó a la mujer durante tanto tiempo. Sería mejor que en vez de exigir el silencio de otros, de valerse de la memoria de Sandra Camacho, le hicieran justicia encontrando la historia que Sandra Camacho ya no podrá contarnos, dándole así voz a una mujer que la ha perdido para siempre.