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California Nightmare – Juristas UNAM

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California Nightmare

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“The original sin of citizenship is our cognitive fallibility; namely, limitations in knowledge and motivation.”

Bruce Cain


Por Oscar E. Gastélum

Hace un par de años The Atlantic publicó un ensayo de Jonathan Rauch y Jay La Raja titulado: Too much democracy is bad for democracy. En el texto, los autores reivindicaban la democracia representativa y alertaban sobre los peligros del directismo y sus herramientas: referéndums, consultas revocatorias, elecciones primarias, etc. Ese texto me llevó al libro “Democracy More or Less” del politólogo Bruce Cain quien, basado en toneladas de evidencia, argumenta que los promotores de la democracia directa parten de una idea errada, que idealiza ingenuamente al ciudadano promedio atribuyéndole un interés en la política y los asuntos públicos totalmente desconectados de la realidad. Pues en la vida real, a la inmensa mayoría de la gente no le interesa en lo más mínimo involucrarse en las minucias de la administración pública o en las grillas internas de los partidos, ni tiene tiempo y en ocasiones tampoco la preparación necesaria, para hacerlo. Esto garantiza que esos mecanismos que supuestamente existen para involucrar a la ciudadanía y abrirle espacios de participación, casi siempre terminen secuestrados por poderes fácticos, demagogos sin escrúpulos o por los sectores más radicales de la sociedad.

No es casual que la pesadillesca era populista que padecemos esté siendo tan fecunda en ejercicios de este tipo, ni que casi todos hayan desembocado en resultados funestos para la salud democrática de los países que los han implementado. El ejemplo más obvio es Brexit, un referéndum en el que una mayoría simple tomó una decisión desastrosa frente a un tema enloquecedoramente complejo, y el resultado sumió a Reino Unido en una crisis política, económica y social que se prolongará décadas, y que ya tuvo consecuencias sísmicas para la Unión Europea y el resto del mundo. Del otro lado del Atlántico, el triunfo de Trump en Estados Unidos habría sido imposible si las elecciones primarias no existieran, o si dichas elecciones contaran con filtros y candados lo suficientemente fuertes como para cerrarle el paso a demagogos malignos. Y el problema no terminó en 2016, pues incluso hoy, después del ataque contra el Capitolio que exhibió más allá de cualquier duda la esencia fascista del trumpismo, el establishment republicano sigue siendo rehén de las hordas extremistas que amenazan con someter a sus representantes populares a elecciones primarias para reemplazarlos con candidatos QAnon si se atreven a criticar o desobedecer al líder naranja. Y, para no ir más lejos, en México la “consulta popular” que la bestia tabasqueña organizó para cancelar el aeropuerto de Texcoco hundió al país en una recesión económica mucho antes de la pandemia y provocó un quebranto patrimonial que debería llevarlo a la cárcel.

Toda esta introducción es para poner en contexto lo que sucederá a mediados de septiembre en California, cuando su gobernador Gavin Newsom sea sometido a un referéndum revocatorio, un ejercicio alucinantemente antidemocrático que podría tener consecuencias catastróficas no sólo para el estado sino para el país entero. Empecemos por recordar que Newsom fue electo hace apenas un par de años en una contienda en la que pulverizó a su contrincante republicano obteniendo el 62% de los votos. Sin embargo, para activar la revocación, sus detractores sólo necesitaron recabar un número de firmas equivalente al 12% de los votantes que participaron en dicha elección. Así pues, gracias a las demenciales reglas del referéndum, ese raquítico 12% logró poner en jaque a un gobernador que fue electo por la abrumadora mayoría de los votantes y que tiene una popularidad de 57%. Pero eso no es todo, en la boleta los electores se toparán con dos preguntas: La primera es si Newsom debe ser removido de su cargo. En la segunda deben escoger a su sucesor entre una lista de casi cincuenta candidatos, la mayoría de los cuales  encajarían perfectamente en un freak show pero no tienen absolutamente nada que hacer gobernando un estado de 45 millones de habitantes y que es la quinta economía mundial. 

Si el lector cree que exagero baste decir que esa baraja de fenómenos incluye a un youtuber que prometió solucionar el problema de desabasto de agua conectando el estado al río Mississippi (en serio). A un empresario que ha hecho campaña acompañado de un oso Kodiak. A la celebridad de reality  Caitlyn Jenner que prometió, wait for it: construir un muro en la frontera. A un personaje llamado “Angelyne”, que es algo así como la versión local de Irma Serrano o Lyn May (por favor, por su bien, no la googleen). Y al hombre que lidera las encuestas: Larry Elder un presentador radiofónico ultraconservador que venera a Donald Trump. El proceso está diseñado con tal desprecio por la voluntad de la mayoría, que cualquiera de esos bufones puede desbancar a Newsom con una mayoría relativa de sufragios. Elder, por ejemplo, es el puntero con menos del 20% de las preferencias y con eso le bastaría para “ganar”. Es decir: Newsom podría llegar a perder la primera pregunta recibiendo el 49.9% de los votos y sería removido del cargo aunque su reemplazo ganara menos del 20% en la segunda. En ese nada improbable escenario, Newsom “perdería” obteniendo casi el triple de sufragios que el “ganador”. Una locura absoluta que muy probablemente sea hasta inconstitucional pues viola el principio de que todos los votos valen lo mismo.

Recapitulando: el gobernador de California que fue elegido por el 62% de los votantes está al borde de la defenestración gracias a un referéndum revocatorio detonado por las firmas de un puñado de detractores, y podría perder dicho proceso a pesar de recibir el triple de votos que el payaso que lo reemplace. Y así, un estado progresista y liberal como California, en el que dos tercios del electorado se identifica como demócrata, caería en las garras de un bufón trumpista, antivacunas, anticubrebocas, antiaborto y que cree que el cambio climático es un mito. Y las consecuencias no acaban ahí. Pues hay que recordar que la senadora de California, Diane Feinstein, tiene 88 años, y si algo llegara a pasarle el gobernador Larry Elder elegiría a su sucesor entregándole el control del senado a los republicanos. Peor aún: el juez Stephen Breyer, uno de los tres liberales que quedan en la Corte Suprema, tiene 82 años, si muriera y los demócratas perdieran el control del Senado, Biden no podría reemplazarlo pues Mitch McConnell se lo impediría.

Aquí es donde el lector seguramente se preguntará: Si Newsom es un gobernador popular que arrasó en su elección y la inmensa mayoría de los californianos simpatiza con el partido demócrata, ¿no debería ganar fácilmente esta farsa? Esa es la trampa detrás de este tipo de ejercicios: atraen a los extremistas como la miel a las moscas, pero en la gente común solo despiertan desinterés, indiferencia y tedio. Los enemigos de Newsom lo detestan fervientemente a él y todo lo que representa, están motivados y eufóricos, saben que esta es su única oportunidad para llevar a un devoto de Trump al gobierno de California. Mientras que el elector promedio está confiado o distraído. ¿Cuántos estarán siguiendo de cerca las encuestas? ¿Cuántos preferirán quedarse en casa y no irán a votar pensando que un republicano jamás podría ganar en California y que el resultado está en la bolsa? Sí, en teoría el gobernador debería ganar fácilmente, pero todas las encuestas coinciden en que el referéndum será un volado. Y esa paradoja no debería extrañarnos, porque estoy seguro de que la inmensa mayoría de los mexicanos estaba en contra de cancelar el aeropuerto de Texcoco pero el día de la consulta solamente los acarreados y los fieles de la bestia bananera fueron a votar y ya sabemos cómo acabó esa desgracia. Algo muy parecido podría pasar el próximo 14 de septiembre, y el estado más importante de la unión caería en las garras de la secta trumpista.

California tiene problemas muy serios y complejos sin resolver, entre ellos una crisis de vivienda que ha arrojado a miles de indigentes a las calles de las principales ciudades del estado. Y Newsom no es perfecto, a pesar de que manejó la pandemia mejor que muchos otros gobernadores, en pleno confinamiento fue sorprendido cenando en un exclusivo restaurante francés en Napa Valley violando varias de las normas de distanciamiento social que él mismo le había impuesto al resto de los ciudadanos. Si los californianos quieren castigar ese u otros errores de su gobernador, podrán hacerlo en la elección normal del próximo año reemplazándolo por un político que comparta los valores de la mayoría. Por el bien de California y de la democracia norteamericana, Newsom debe sobrevivir este atentado antidemocrático y enfrentar a los votantes en 2022. Y los mexicanos deberíamos de seguir muy de cerca el sainete de nuestros vecinos y tomar nota para no caer en la trampa que la bestia macuspana nos está tendiendo con su propia revocación de mandato.