Bartlett y el círculo perfecto

Por Bvlxp:

La nostalgia y la ensoñación siempre remiten a la ternura. Consuela saber que México ha elegido a un hombre nostálgico como su próximo Presidente. A un hombre que mira hacia atrás y que con sus historias fantásticas enamora a sus nietecitos políticos contándoles cuando todo esto era campo. Obrador sienta en sus piernas a sus adeptos y con su tono flojo y pausado les cuenta las historias del verdor y de la canícula, tiempos en que todo iba mejor, la vida era más lenta, el amor más sincero, las muchachas más fieles. Aquellos tiempos de esplendor. Y les explica cómo es que todo aquello no se ha ido, que sólo basta pensarlo para traerlo de vuelta. Que todo es posible si lo podemos imaginar.

Los nietos políticos de AMLO, los que hoy están saliendo de la universidad y tienen más bríos que talento, más labia que conocimiento, más cinismo que vergüenza, más ambición que ética, más presente que memoria, más ingenuidad que perspicacia, se han dejado convencer de que es posible que el pasado sea nuestro presente y nuestro futuro, que todo tiempo fue mejor aunque ni de lejos lo hayan conocido. Su ambición y su estulticia les impiden ver que le están entregando el fervor de su incondicionalidad a un hombre que no cree en ellos ni los toma en cuenta; un señor que quiere convertir al presente en el tiempo de los viejos y no de los jóvenes, que les agradece de dientes para fuera su labor en las benditas redes sociales aunque desconfíe en el fondo de su poder. «Gracias por su labor en campaña, pero ustedes están muy jóvenes como para venir del pasado», parece decirles.

Obrador es un hombre que llega tarde a la presidencia. Él hubiera querido figurar más cuando estaba en plenitud, cuando nadie sabía de la existencia del ambicioso político postrado en el violento verano tabasqueño. Su tiempo perdido, ese que anda intentando recuperar, está entre Díaz Ordaz (cuando entró al PRI), Echeverría (la cumbre del pinche poder) y De la Madrid (cuando sus tótems del viejo mundo daban sus últimos coletazos desarrolloestabilizadores). AMLO quiere dar marcha atrás y revivir aquella época dorada del autoritarismo, del partido único, de la voluntad primigenia que se agota en el Presidente de la República, de la perfección estatista que todo lo controla y todo lo ve.

La máquina del tiempo de Obrador está a punto. Ya logró ensamblarla y encenderla. Ya logró regresar a las épocas del partidazo, controlar el legislativo y buena parte del poder de los Estados, ya revivió a Manuel Bartlett, a Javier Jiménez Espriú, a Jorge Carrillo Olea, a Cuauhtémoc Cárdenas y a toda la pandilla octagenaria que hoy quieren ser los Teen Tops del Gabinete. Son los mismos hombres de hace treinta años. También quiere revivir a los comisarios del porfiriato que controlan a los Gobernadores y someter a los insufribles leguleyos de la toga. Falta que se dé cuenta cuánto han cambiado el mundo y el país y que descubra que ya no podemos regresar a 1970; que la realidad ya no ajusta al capricho presidencial, que el reloj ya no marca las horas que usted quiera, Señorpresidente; que la composición política del país es otra, que hay otra prensa, que el mundo observa, que tenemos vecinos poderosos muy hostiles y que los cómplices latinoamericanos languidecen en sus propios atolladeros; que treinta millones de votos no tienen una voz unánime y no son un cheque en blanco y que hay otros treinta dispuestos a recordárselo. Para esto faltará que los demócratas estén dispuestos a desbrozar la maleza de las medias verdades y los círculos retóricos, y que el mundo rechace a los bartletts, poniendo evidencia que la suerte de los siguientes treinta años se decide hoy y que no puede ser definida por hombres con ideas treinta años viejas.

Quizá es cierto que nadie conoce el país como AMLO, pero también lo es que entre recorrer los terregales y entender el mundo hay una brecha; brecha que tarde que temprano terminará rompiendo la continuidad del círculo perfecto del priísmo, esa larga noche en la que por que pasemos durmiendo y despertando, el dinosaurio siempre está a nuestro lado.