Por Bvlxp:
De dislate en dislate, como cuando se come con mucha hambre. Así han sido las primeras dos semanas desde que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones. Después del frenesí, el gran líder ya se fue a “reflexionar” unos días. Juan Ignacio Zavala ya les recomendó a sus colaboradores que hagan lo mismo y se vayan de vacaciones. Con la salvedad que el nuevo guardián de la patria no descansa sino reflexiona. Como sea, el próximo gobierno ha empezado a desgastarse sin haber aún ejercido el poder un solo día gracias a la arrogancia y al rencor, a la improvisación y a la mala leche. Los protagonistas de los dislates han sido Alejandro Solalinde (deberíamos ya quitarle el apelativo de “padre” por guardar las apariencias con el 130 constitucional), Jiménez Espriú y sus consultas que vienen del miedo a los atencos que ya exigen el pago de sus votos machete en mano, Loretta Ortiz Ahlf, que miente con ganas creyendo que las audiencias con el Papa son cosa de todos los días, y de personajes todavía más secundarios que ella.
Sin embargo, el tema más comentado en estos días ha sido el de las propuestas del próximo Presidente de México sobre la austeridad y la administración pública. Un catálogo de dislates, ignorancia, mala leche, así como de buenas ideas y muy malas ideas, todas inspiradas en un profundo prejuicio y desprecio por de la función pública. Desafortunadamente, como el miedo no anda en burro, el llamado plan de austeridad se ha concentrado en los trabajadores de confianza, que son los que mantienen a flote a la administración pública, y no en los sindicalizados que es donde se concentran los mayores retos de productividad y abuso. Repasemos rápidamente algunas de las propuestas.
Buenas ideas
En general, son muy buenas y bienvenidas las propuestas que tienen que ver con bajar a los altos funcionarios de un Olimpo al cual no pertenecen y recordarles que son servidores públicos. Por eso, propuestas como prohibir el uso de aeronaves privadas y viajar en primera clase, tener choferes, secretarios particulares o usar vehículos oficiales para asuntos personales son bienvenidas, si no tanto por el ahorro que significan, sí por el mensaje que mandan a los propios funcionarios y a la sociedad. Necesitamos más funcionarios de sencillez escandinava (aunque para ello sea necesario que sean apreciados por su propio jefe, el Presidente de la República, lo cual parece que vaya a ser el caso).
Mención especial merece el recorte al gasto en publicidad, el dinero público peor gastado después de los subsidios a la gasolina, y el recorte en asesorías y consultorías, la vía que muchos funcionarios públicos listillos han escogido para seguir haciendo el trabajo que hacían en el gobierno, pero cobrando cinco veces más por fuera.
Malas ideas
Es preocupante que quien habrá de encabezar el Poder Ejecutivo Federal crea que puede prescindir del 70% de la plantilla laboral. Es exhibir una ignorancia pasmosa. Es no saber que la plantilla laboral ya ha sido reducida al mínimo y que hay funcionarios que desempeñan el trabajo que correspondía a otras tres plazas que ya fueron desaparecidas por gobiernos anteriores, al parecer que compartían la visión neoliberal del que entra. La reducción del salario del Presidente es una medida efectista y exigir que nadie gane más es una medida que distorsiona toda la estructura del ejercicio del poder público. Más allá de lo que ya se ha analizado exhaustivamente sobre sus efectos perniciosos sobre la plantilla laboral y la estructura jerárquica, preocupa especialmente el choque que puede provocar con otros poderes no subordinados al próximo Presidente como el Poder Judicial y los organismos autónomos. Me temo que, de salir avante en la reducción de salarios en estos casos aun en contra de lo que establece la Constitución, este sería el primer signo preocupante de su sumisión forzada ante un Presidente todopoderoso.
Es también preocupante que el próximo Presidente crea que puede disponer del patrimonio público y la historia a sus anchas y ordene la destrucción de la Residencia Oficial de Los Pinos haciéndolo pasar como una medida de austeridad. También preocupa que crea que, por ejemplo, su Secretario de Gobernación pueda moverse sin escolta. O que tenga un sentido tan pobre del Estado como para querer cancelar la pensión de los ex Presidentes y el retiro de su aparato de seguridad.
Ignorancia
En la propuesta de austeridad lucen algunos puntos que no pueden ser sino el resultado de alguien que no tiene idea del Poder Ejecutivo Federal y que nunca ha visitado una de sus oficinas. Es probable que esto sea así y que por eso se presuman propuestas como no tener gastos innecesarios en las oficinas y no “remodelarlas”. Para AMLO, la tecnología y los insumos son un lujo; el servidor público habrá de trabajar en las condiciones que sean y aguantar estoicamente como si no lo vinieran haciendo ya de cualquier modo hace muchos años.
Seguramente AMLO nunca ha tenido que viajar con viáticos y no sabe que la mayor parte de las veces los funcionarios ponen dinero de su bolsa en los viajes en que llevan la representación nacional o federal, según sea el caso. Tampoco parece saber que ningún funcionario federal viaja sin autorización de su superior jerárquico o, incluso, del Titular del Ramo. AMLO parece creer que los funcionarios viajan para divertirse y no en cumplimiento de una comisión específica. También resulta muy penoso que se deje atrás la exposición internacional de México por una malentendida austeridad; refleja que se desconoce que gran parte del avance del país proviene de la cooperación con países aliados. La mejor política exterior no es la política interior, como chabacanamente afirma Obrador creyéndose el muy listo; la mejor política exterior es la política exterior que se basa en principios como el respeto de los derechos humanos; en el activismo, el liderazgo y en la cooperación.
Dislates y mala leche
Obrador presume como “cambios” el que no se pueda ingerir alcohol en las oficinas y no se trabaje en estado de ebriedad. No sé a qué estaba acostumbrado en las oficinas del Gobierno del Distrito Federal, pero resaltar una obviedad tan boba, que encima es causal de despido en la legislación laboral, no puede ser tomada sino como un insulto por los burócratas a los que dirigirá. Esta idea de desprecio se complementa con el retiro de las pocas prestaciones de las que gozan los servidores públicos: un seguro de gastos médicos (básico y limitado) y el seguro de separación individualizado al que él llama “caja de ahorro”, que tiene efectos benéficos en el ahorro nacional y la inversión, además de que compensa la pérdida en términos reales que el salario de los servidores públicos ha sufrido desde que el Presidente Fox los congeló.
El plan de austeridad del próximo gobierno parece más una arenga en la plaza pública que un plan seriamente reflexionado y justificado. Habrá que ver cuánto del plan se logra materializar una vez que se familiarice con las realidades del poder y su gestión. Por lo pronto, preocupa que el próximo Presidente llegue al poder con una visión tan corta, tan envenenada y tan irreflexiva. Ojalá que estos días de introspección le sirvan para darse cuenta de que no es el nuevo dueño de México sino sólo un simple inquilino del poder, uno más.