Aire en libertad, nuevo volumen dedicado a Octavio Paz

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Por Ángel Gilberto Adame:

Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos a los veinte años.

José Emilio Pacheco

El volumen Aire en libertad. Octavio Paz y la crítica, publicado en 2015 por el Fondo de Cultura Económica y coordinado por José Antonio Aguilar Rivera, reúne doce trabajos cuyo objetivo común es renunciar a “la conmemoración hagiográfica, repetición de loas y lugares comunes” para acceder a “la conversación que ejerce la crítica como punto de partida”. Dividido en cuatro secciones (“El poeta y la crítica”, “El mandarín”, “Historia y alteridad” y “El poeta y el liberalismo”), el libro es una síntesis de perspectivas acerca del poeta y de su biografía.

Entre los ensayos hay uno de Héctor Aguilar Camín, Octavio Paz: recuento personal[i]que amerita una opinión detallada. Luego de enumerar algunos álgidos desencuentros, Aguilar Camín narra su relación con Paz. Excusándose en su juventud e inexperiencia, matiza algunos de los señalamientos más severos que hizo contra Paz a raíz de los acontecimientos políticos de 1968 y 1971, entre ellos su “rechazo generacional a la desesperanza” del poeta. Aunque dice que sus comentarios no tuvieron respuesta, a lo largo de ese texto, Aguilar Camín perfila a un Paz vengativo y manipulador.

Con el ánimo de ejemplificar esas actitudes de Paz, Aguilar Camín cita un párrafo de un conocido texto de Antonio Alatorre, fechado en marzo de 1999, en el cual el filólogo narra las desavenencias que terminaron con su amistad. Resulta curioso que Aguilar Camín ponga tanto énfasis en esa querella, cuando uno de sus propios arranques liquidó su relación con Julio Scherer, como consta en las evocaciones del periodista, La terca memoria:

“Ya cerca de Aguilar Camín […] le extendí la mano. Aguilar Camín retrocedió lenta, pausadamente, y con el índice de su diestra, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, y otra vez y otra, me dijo que no. […] Aguilar Camín no hablaba, ni falta hacía. Su dedo poseía la fuerza de una mentada de madre”.

De regreso a su escrito sobre Paz, Aguilar Camín recuerda lo ocurrido en 1984, luego de que los libreros alemanes dieron un premio al poeta y de que pronunciara el discurso en el que criticó con dureza a la revolución sandinista. En aquel entonces la opinión de Paz fue recibida con furia por buena parte de la izquierda mexicana, lo que culminó con la quema de una efigie del poeta, a manos de una turba enfurecida y a un par de cuadras de su domicilio. De acuerdo con Aguilar Camín, este incidente “ha sido pieza obligada en la descripción de Paz como un escritor asediado, en cierto modo perseguido, por la intolerancia de la izquierda mexicana”. Acto seguido insiste en que Paz era un hombre arbitrario y que ejercía un papel de jerarca de la inteligencia mexicana, aunque no sin repetir que el acoso en contra suya fue una exageración.

Para Aguilar Camín la tensa relación entre Paz y la izquierda se debió a que este último “no tuvo el cuidado, la destreza o la humildad de ejercer su crítica contra […] el socialismo recordando su fervor de muchos años por la Revolución de Octubre […]. No habló de eso con claridad sino en sus últimos años, particularmente en el texto Itinerario, de 1992. Ahí, y en Primeras Letras […] nos enteramos muchos de cuánto había creído Paz en la Revolución de Octubre y de las etapas de su desengaño”.

Por conveniencia o ignorancia —la primera más condenable que la segunda—, Aguilar Camín no menciona dos textos fundamentales que esclarecen la trayectoria ideológica de Paz, escritos en la década de los setenta. El primero, Polvos de aquellos lodos, publicado en Plural en marzo de 1974, es una valiente defensa de la integridad del intelectual ante la tentación utópica y una dura condena al totalitarismo, en la que se advierten las brechas que Paz debió cruzar para convertirse de simpatizante del marxismo en un disidente. El segundo es un poema, Pasado en claro, aún más explícito:

El muchacho que camina por este poema,
entre San Ildefonso y el Zócalo,
es el hombre que lo escribe:
esta página
también es una caminata nocturna.
Aquí encarnan
los espectros amigos,
las ideas se disipan.

El bien, quisimos el bien:
enderezar al mundo.
No nos faltó entereza:
nos faltó humildad.
Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia.

En estos y otros ejemplos Paz exploró su desencanto. Hoy Aguilar Camín simula no haberlos leído entonces ni recordarlos ahora. Apunta: “Por lo que hace a la efigie quemada […] fue la ocurrencia de un grupo ultra que probablemente no había leído un libro de Paz”, un comentario que pareciera aplicable a su incompleta o malintencionada lectura.

Otro aspecto reiterado en el escrito de Aguilar Camín es el relativo al poder político de Paz. Es cierto que fue uno de los autores más importantes de su generación y el más reconocido, pero sus vínculos con el gobierno, mientras ocupó un cargo burocrático, fueron transparentes. Aguilar Camín, puestos a comparar, no sale tan bien librado, pues no precisó de cargos para recibir financiamientos de Carlos Salinas de Gortari, como apuntó Antonio Jáquez en un amplio reportaje (Proceso, febrero, 2001). Si bien es cierto que cualquier persona debe ser remunerada por prestar sus servicios, el incidente pasó de la suspicacia al bochorno cuando un Aguilar Camín suplicante, y después amenazador, pidió a Scherer que no se publicara el artículo en que se le exhibía. De nuevo en La terca memoria, Scherer evoca la conversación:

“—Ya no te ocupes del asunto, todo está aclarado.

“—A mí no me lo parece.

“—Somos amigos.

“—Éste es un asunto que nada tiene que ver con la amistad. La amistad tiene sus propios caminos.

“—Por eso.

“—No, Héctor.

“—Me perjudicas.

“—Yo no.

[…]

Hubo al final un tono seco: me arrepentiría”.

¿Se habrá arrepentido Julio Scherer de exhibir el subsidio que recibieron Nexos y su director, Aguilar Camín, del gobierno de Salinas? Si lo hizo, no lo dejó por escrito.

La conclusión de Aguilar Camín es predecible. Afirma que su admiración por Paz se mantuvo intacta a lo largo de los años, a pesar de sus desacuerdos intelectuales. En realidad, el texto sobre Paz le sirve al ensayista para mostrarse como un demócrata de avanzada y crítico del poder, en un afán de restañar su averiada integridad intelectual.

El tono de ajuste de cuentas impregna su discurso en todo momento. ¿Existe un paralelismo entre la trayectoria que Aguilar Camín atribuye a Paz y la suya propia? Los vicios que el novelista le imputa al poeta marcan más bien su propia biografía. Un hombre de izquierda ahora convertido en comentarista de televisión, amigo y beneficiario de un presidente, renuente al provecho que le acarreó vender ideas. Creo que Aguilar Camín ha envejecido mal, es sustancialmente inferior a su pasado y está, políticamente, a la derecha de Héctor Aguilar Camín.

[i] Una primera versión de ese texto, casi íntegra a la publicada en la compilación motivo de este artículo, apareció en Nexos bajo el título Mi querella con Paz.